XXI. No toda la suma de la felicidad terrena | Página de portada | XXIII. Mi señora, eso sí cambió esta casa mía |
La rosa no es bella sin el rostro del amado,
Ni alegre la primavera sin la dulce risa del vino;
El camino a través de los campos, y los vientos de un lugar sembrado de flores,
Sin su brillante cheque, que brilla como un fino tulipán,
Ni los vientos que soplan suavemente, los campos se cubren de maíz, son justos.
Y labios como el azúcar, gracia como una flor que se balancea,
No hay nada sin besos muchos y coqueteos dulces;
Si miles de voces no cantaran la alabanza de la rosa,
La alegría del ciprés su capullo que se abre para saludar,
Ni el baile de las ramas ni la rosa floreciente eran justos.
Aunque delineado por los dedos más hábiles, no fotos por favor
A menos que la imagen del amado se dibuja allí;
El jardín y las flores, y el cabello suelto con la brisa,
A menos que al lado de mi Dama pueda esforzarme y ganar,
Ni jardín, ni flores, ni rizos sueltos y voladores son justos.
¿Has visto en una fiesta de bodas, cuando la alegría es intensa,
Los juerguistas esparcen oro con una mano descuidada?
El oro de tu corazón, oh Hafiz, despreciado yace,
No es digno de tu amor ser arrojado por una banda de borrachos
A los pies de aquella que es más bella que todo lo que es bello.
XXI. No toda la suma de la felicidad terrena | Página de portada | XXIII. Mi señora, eso sí cambió esta casa mía |