XXIX. De Canaán volverá José, cuyo rostro | Página de portada | XXXI. El aliento del viento almizclado del amanecer soplará |
¡Salve, Shiraz, salve! ¡Oh sitio sin igual!
Que Dios sea el centinela delante de tu puerta,
Que los pies de ¡La desgracia no entra aquí!
Para que mi Ruknabad no quede desolado,
Cien veces, «¡Dios no lo quiera!», rezo;
Su corriente límpida donde las sombras esperan
Como la fuente de Khizr da vida para siempre.
‘Twixt Jafrabad y Mosalla están cerca
Vuela el viento del norte cargado de ámbar gris—
Oh, ven a Shiraz cuando el norte ¡Sopla el viento!
Allí mora la paz del ángel Gabriel
Con el que es señor de sus tesoros; la fama
Del azúcar de Egipto se desvanecerá y cesará,
Porque el aliento de nuestras bellezas lo ha puesto en vergüenza.
Oh viento que sopla desde el sol naciente,
¿Qué noticias de la criada con los ojos borrachos,
¿Qué noticias de la bella doncella? ¿traes?
No me pidas que despierte de mi sueño y me levante,
En sueños he descansado mi cabeza a sus pies—
Cuando la quietud inquebrantable me rodea yace,
La visión de ella hace mi soledad dulce.
Si por el vino el Copero derrama mi sangre,
Como la leche del seno de una madre fluye,
A su palabra deja que mi corazón ceda su inundación carmesí.
Pero, Hafiz, Hafiz! Tú eres de esos
Por siempre temiendo que la ausencia esté cerca;
Por los días en que abrazaste al Amado cerca,
¿Por qué no elevas tu agradecimiento para que todos puedan escuchar?
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