XXXIII. La joya del tesoro secreto | Página de portada | XXXV. No olvides cuando un querido amigo volvió a su amigo |
ANOCHE Soñé que los ángeles estaban parados sin
La puerta de la taberna, y llamó en vano, y lloró;
Tomaron la arcilla de Adán, y, me pareció,
Moldeó una taza con ella mientras todos los hombres dormían.
Oh habitantes de los salones de la Castidad!
Tú trajiste el vino tinto apasionado del amor a mi,
Abajo al polvo soy, tus pies brillantes pisaron.
Porque el propio Cielo era demasiado débil para soportar
La carga de Su amor Dios puso sobre él,
Se volvió a buscar un mensajero en otro lugar,
Y en el Libro del Destino mi nombre estaba escrito.
Entre mi Señor y yo tal concordia yace.
Como hace el Huris se alegra en el Paraíso,
Con cantos de alabanza a través de los verdes claros revolotean.
Cien sueños de Fancy’s tienda cosechada
Ataquenme—El padre Adán se extravió
Tentado por un pobre grano de maíz! Por lo tanto
Absolver y perdonar a aquel que se aparta
Aunque el suave aliento de la Verdad llega a sus oídos,
Por setenta y dos credos tintineantes que escucha,
Y Fábula en voz alta lo llama sin cesar.
Eso, eso no es la llama del verdadero fuego del Amor.
Lo que hace que las sombras de las antorchas bailen en anillos,
Pero donde el resplandor atrae el deseo de la polilla
Y envíalo adelante con alas quemadas y caídas.
El corazón de quien vive retirado se romperá,
Recordando un lunar negro y una mejilla roja,
Y su vida menguó, minada en sus fuentes secretas.
Sin embargo, desde el tiempo más temprano que el hombre ha buscado
Para peinar los mechones de Speech, su bella novia,
Ninguno, como Hafiz, de la cara del Pensamiento
Ha rasgado el velo de la Ignorancia a un lado.
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