XXXIV. Anoche soñé que los ángeles estaban fuera | Página de portada | XXXVI. Amado, ¿quién te ha pedido que no pidas más? |
No olvidéis cuando querido amigo a amigo regresó,
No olvides los días pasados, ¡No los olvides!
Mi boca ha probado la amargura y aprendido
Para beber la copa envenenada de la suerte mortal;
No olvides cuando una bebida más dulce era mía,
Fuertes se alzaron las canciones de los que bebieron ese vino—
Olvídate de ellos ¡No!
No olvides a los amantes leales que murieron hace mucho tiempo.
Aunque la fe y la lealtad deben ser olvidadas,
Aunque la tierra cubra la cabeza enamorada,
Y en el polvo la sabiduría y la pasión se pudren.
Mis amigos me han empujado de su memoria;
En vano mil mil veces lloro:
¡No me olvides!
Cansado me vuelvo a mis ataduras otra vez.
Una vez hubo manos fuertes para liberarme,
No olvides cuando rompieron la cadena de un pobre esclavo!
Aunque de mis ojos las lágrimas fluyen sin cesar,
Pienso en ellos cuyos jardines de rosas están establecidos
Al lado del Zindeh Rud, y me olvido
La miseria de la vida.
El dolor ha hecho su guarida en mi pecho,
Y ella yace tranquila, no los olvides
Eso la impulsó ¡Adelante como a una bestia perseguida!
Hafiz, tú y tus lágrimas serán olvidadas,
¡Cierra bien las puertas de tu triste corazón! Pero aquellos
Que contenía la clave de tus aflicciones no dichas—
Olvídate de ellos ¡No!
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