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Abú Sa‘íd y Omar Khayyam están asociados en la historia de la literatura persa por la circunstancia de que cada uno de ellos es el autor reputado de una famosa colección de rubá‘íyyát en la que su individualidad ha desaparecido casi por completo. Nadie que examine las pruebas puede afirmar que estas colecciones sean obra total o principalmente de Abú Sa‘íd y Omar: más bien deberían considerarse como antologías (cuyo núcleo, tal vez, lo formaron los dos autores en cuestión) que contienen poemas de un tipo particular compuestos en varios períodos por muchas manos diferentes. Es posible, sin duda, que la visión de la vida de Omar y su forma general de pensar se reflejen más o menos en las cuartetas que se le atribuyen, pero no podemos aprender de ellas nada definido y distintivo. Las mismas consideraciones se aplican con igual fuerza a los rubá‘ís místicos que se hacen pasar por el nombre de Abú Sa‘íd. En su caso, sin embargo, poseemos excelentes y abundantes materiales biográficos que nos permiten conocerlo íntimamente y arrojar una luz bienvenida sobre muchos aspectos del misticismo persa contemporáneo.
El más antiguo de estos documentos es un breve tratado sobre su vida y dichos, que se conserva en un manuscrito del Museo Británico (Or. 249). No lleva título ni indicación de autoría, pero Zhukovski en su edición del texto (Petrogrado, 1899) lo identifica con el Ḥálát ú Sukhunán-i Shaykh Abú Sa‘íd ibn Abi ’l-Khayr, una obra compuesta aproximadamente un siglo después de la muerte de Abú Sa‘íd por uno de sus descendientes cuyo nombre se desconoce. Era primo de Muḥammad ibnu ’l-Munawwar, tataranieto de Abú Sa‘íd.
Basándose en el Ḥálát ú Sukhunán, Muhammad ibnu ’l-Munawwar compiló una biografía mucho más extensa de su antepasado, a la que tituló Asráru ’l-tawḥíd fí maqámáti ’l-Shaykh Abí Sa‘íd (ed. por Zhukovski, Petrogrado, 1899) y que dedicó al príncipe gúrida, Ghiyáthu’ddín Muhammad [p. 2] ibn Sám (ob. d.C. 1203). El autor, como el propio Abu Sa‘íd, era nativo de Mayhana o Mihna en Khurásán. Desde su más tierna juventud había sido una labor de amor para él recopilar los dichos del Santo y verificar los registros y tradiciones que se transmitían en su familia y que todavía estaban frescos en las mentes de sus conciudadanos. La tarea se emprendió en el momento justo. En el año 1154, la tribu turcomana de los Ghuzz invadió las fronteras de Khurásán y llevó el fuego y la espada a esa floreciente provincia. Por todas partes la población fue masacrada; el autor nos dice que 115 descendientes de Abú Sa‘íd, jóvenes y viejos, fueron torturados hasta la muerte solo en Mayhana, y que no quedó ningún recuerdo de él excepto su tumba. La religión, dice, cayó en la ruina total; la búsqueda de la Verdad cesó, la incredulidad se volvió rampante; del Islam solo sobrevivió el nombre, y del Sufisim solo la forma. Impulsado por la gracia divina, accedió a la petición de algunos novicios de que escribiera un relato de las experiencias espirituales y dichos memorables del Shaykh Abú Sa‘íd, para alentar a aquellos que deseaban entrar en el Camino (ṭaríqa) y para guiar a aquellos que viajaban por el camino de la Verdad (ḥaqíqa) [1]. Abú Sa‘íd murió en el año 1049 d.C., y el Asráru ’l-tawḥíd probablemente se completó no menos de 120 o más de 150 años después. Como señala Zhukovski, es casi el primer ejemplo en persa de una obra separada que tiene como tema la vida de un místico individual. El retrato de Abú Sa‘íd en el círculo de súfís y derviches en el que vivió está dibujado con una extraordinaria riqueza de detalles, y gana en viveza y valor por el hecho de que gran parte de la historia la cuenta él mismo. Aunque el sistema mahometano de tradición oral por el que se han conservado estos pasajes autobiográficos nos prohíbe suponer que tenemos ante nosotros una transcripción exacta de las palabras de Abú Sa‘íd tal como le fueron dichas al reportero original, no hay razón para dudar de que en la mayoría de los casos se relata correctamente su contenido. Su propia veracidad no es incontestable, pero esta cuestión, que conduce de inmediato a los abismos más oscuros de la psicología, debo dejar en suspenso.
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El Ḥálát ú Sukhunán y el Asráru ’l-tawḥíd hacen que las biografías más recientes de Abú Sa‘íd sean casi superfluas [2]. Se encuentra cierta cantidad de material nuevo en el Suplemento a Tadhkiratu ’l-Awliyá de Farídu’ddín ‘Aṭṭár (vol. II de mi edición, págs. 322-337) y Nafaḥátu ’l-Uns de Jámí (ed. por Nassau Lees, n.º 366) [3].
Para mayor claridad, he dividido el siguiente estudio en tres secciones, de las cuales la primera trata de la vida de Abú Sa‘íd, la segunda de sus dichos y doctrinas místicas, y la tercera de milagros y otros asuntos pertenecientes a su leyenda.
2:1 Asrár, 4, 16-6, 5. ↩︎
3:1 Al referirme a estas dos obras utilizaré las abreviaturas H = Ḥálát y A = Asrár. Dado que A incluye casi la totalidad de H, normalmente he dado referencias sólo a la primera. ↩︎
3:2 La mención más antigua de Abú Sa‘íd aparece en el Kashf al-Malḥjúb de su contemporáneo, Hujwírí, quien lo menciona con frecuencia en el curso de esa obra. Véanse especialmente las páginas 164-6 de la traducción. ↩︎