En su devoción a la causa del reino, Jesús quemó todos los puentes detrás de él; sacrificó todo lo que fuera un obstáculo para hacer la voluntad de su Padre. [1]
Mientras caminaban por él, entre otras cosas, Jesús dijo: «Este mundo no es más que un puente; podéis atravesarlo, pero no deberíais pensar en construir una morada encima de él». [2]