Los apóstoles recogieron y restregaron grano en sus manos un día sábado, lo que provocó la indignación de un grupo de espías del Sanedrín. [1]
Muchos pueblos del Cercano Oriente tenían la costumbre de arrojar granos sobre los recién casados; era un rito mágico que se suponía que aseguraba la fecundidad. [2]