Una de las formas más antiguas de la ceremonia nupcial consistía en que un sacerdote bendijera el lecho nupcial para asegurar la fecundidad de la unión. Muchos pueblos del Cercano Oriente tenían la costumbre de arrojar granos sobre los recién casados; era un rito mágico que se suponía que aseguraba la fecundidad. Algunos pueblos orientales utilizaban el arroz con esta finalidad. Se tenía mucho miedo a no tener hijos, y como la esterilidad se atribuía a las maquinaciones de los espíritus, los esfuerzos por asegurar la fecundidad condujeron también a asociar el matrimonio con ciertos ceremoniales mágicos o religiosos. [1] Las mujeres primitivas que deseaban tener hijos abrazaban árboles robustos. [2]