[p. 63]
A., 6; M., 11.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «¿Cómo puede ser uno de los sabios aquel cuyo viaje es hacia el otro mundo y que se está dirigiendo hacia el camino del mundo presente? ¿Y cómo puede ser uno de los sabios aquel que busca palabras para comunicarlos, y no para actuar de acuerdo con ellos?»
A., 20; M., 24.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «Bienaventurado el que abandona un deseo presente por una promesa lejana que no ha visto».
A., 21; M., 25.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «Haced que vuestros hígados tengan hambre y vuestros cuerpos estén desnudos; tal vez vuestros corazones vean a Dios (¡Grande y glorioso es Él!)»
A., 22; M., 26.—Se cuenta que Jesús (¡la paz sea con él!) permaneció sesenta días en comunión secreta con su Señor sin comer. Entonces se le ocurrió el pensamiento del pan, y la comunión cesó, y he aquí que se le puso un pan delante. Entonces se sentó llorando por la pérdida de la comunión. Entonces se le acercó un anciano, y Jesús [p. 64] le dijo: «¡Dios te bendiga, oh amigo de Dios! Ruega por mí a Dios (¡Exaltado sea!), porque estaba en éxtasis y se me ocurrió el pensamiento del pan, y el éxtasis cesó». Entonces el anciano dijo: «Oh Dios, si sabes que el pensamiento del pan se me ha ocurrido desde que te conozco, entonces no me perdones. Al contrario, cada vez que algo me llegaba, lo comía sin pensarlo ni considerarlo”.
A., 26; M., 29.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «La devoción tiene diez partes, nueve de las cuales se encuentran en el silencio y una en la huida de los hombres».
A., 30.—Juan [el Bautista] le dijo a Jesús (¡La paz sea con ellos!): «No te enojes». Él respondió: «No puedo evitar la ira; soy solo un hombre». Él dijo: «No te enriquezcas». Él respondió: «Eso es posible».
A., 34; M., 35.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «No tomen al mundo como amo, porque él los tomará como esclavos. Acumulen su tesoro con aquel que no lo perderá, porque quien posee un tesoro en este mundo teme que alguna calamidad pueda sobrevenirle, pero quien posee el tesoro de Dios no tiene miedo de que le sobrevenga una calamidad».
A., 34; M., 36.—Y dijo (¡La más rica bendición y paz sean con él!): «¡Oh compañía de los discípulos! He trastornado el mundo para ustedes, así que no lo levanten después de mí. Porque parte de la maldad del mundo es que la desobediencia a Dios está en él; y parte de la [p. 65] maldad del mundo es que el otro mundo se alcanza solo abandonándolo. ¿No es así? Por lo tanto, pasen por el mundo, pero no permanezcan en él; y sepan que la raíz de todo pecado es el amor al mundo. Y el deseo de una hora a menudo deja a quienes se entregan a él una herencia de dolor que dura mucho tiempo».
A., 34; M., 37.—Y dijo también: «He derribado el mundo para vosotros y vosotros os habéis sentado sobre su espalda, así que no dejéis que los reyes ni las mujeres se peleen con vosotros por ello. En cuanto a los reyes, no os peleéis con ellos por el mundo, pues no se opondrán a vosotros mientras los dejéis a ellos y a su mundo en paz; y en cuanto a las mujeres, protegeos de ellas con ayuno y oración».
A., 34; M., 38.—Y dijo también: «El mundo busca y es buscado. A quien busca el otro mundo, este mundo lo busca hasta que su provisión en él está completa; y a quien busca el mundo presente, el otro mundo lo busca hasta que llega la muerte y lo agarra por el cuello».
A., 35; M., 39.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «El amor de este mundo y del otro no puede permanecer en el corazón de un creyente, así como el agua y el fuego no pueden permanecer en un mismo recipiente».
A., 36; M., 40.—Alguien le dijo a Jesús (¡la paz sea con él!): «Si tomaras una casa para cubrirte [sería bueno]». Él respondió: «Los harapos de los que vivieron antes de nosotros nos bastan».
[p. 66]
A., 37; M., 41.—Se cuenta que un día la lluvia, los truenos y los relámpagos azotaron a Jesús (¡la paz sea con él!), de modo que comenzó a buscar algo bajo lo cual refugiarse. Su vista se fijó en una tienda que estaba a lo lejos, y se acercó a ella; pero he aquí que había una mujer dentro, y se alejó de ella. Luego vio una cueva en una colina y se acercó a ella, pero he aquí que había un león dentro. Entonces puso su mano sobre ella y dijo: «Dios mío, Tú has dado morada a todo, y a mí no me has dado morada». Entonces Dios (¡Exaltado sea!) le reveló: «Tu morada está en la morada de Mi misericordia. En verdad, te daré en matrimonio en el Día de la Resurrección cien huríes que he creado con Mi mano, y daré un banquete en tu boda durante cuatro mil años, cada día de los cuales es como la duración del mundo actual, y ordenaré a uno que proclame: «¿Dónde están los ascetas en el mundo? Visita el matrimonio del asceta en el mundo, Jesús, hijo de María».
A., 38; M., 42.—Jesús, hijo de María (¡la paz sea con él!) dijo: «¡Ay de aquel que ama al mundo! ¿Cómo puede morir y abandonarlo y lo que hay en él? Éste lo engaña, pero él confía en él y pone su confianza en él y es arrebatado. ¡Y ay de aquellos que son engañados! ¡Cómo lo que aborrecen ha causado disensión entre ellos, y lo que aman los ha abandonado, y lo que [p. 67] les amenazaba les ha llegado! ¡Y ay de aquel cuyo cuidado es el mundo, y cuya obra son los pecados! ¡Cómo será cubierto de vergüenza mañana por su ofensa!»
A., 40; M., 43.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «¿Quién es el que construye una casa sobre las olas del mar? El mundo es así, así que no lo tomen como un lugar de residencia».
A., 41; M., 44.—Algunos dijeron a Jesús (¡la paz sea con él!): «Enséñanos un solo conocimiento por el cual Dios nos amará». Él respondió: «Odiad al mundo, y Dios (¡Gloria a Dios!) os amará».
A., 42; M., 45.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «Oh compañía de los discípulos, estén complacidos con lo que no tiene valor en el mundo junto con el bienestar en la religión, así como la gente del mundo está complacida con lo que no tiene valor en la religión junto con el bienestar en el mundo».
A., 43; M., 46.—El Mesías (¡la paz sea con él!) dijo: «Oh vosotros que buscáis el mundo para ser caritativos con él, vuestro abandono de él es más caritativo». Y dijo: «La cosa más pequeña es tal que ocuparse de ella ocupa a uno con exclusión de glorificar a Dios, y glorificar a Dios es mayor y más importante».
A., 44; M., 47.—Si queréis podéis seguir a aquel que era el Espíritu y la Palabra, Jesús, hijo de María (¡la paz sea con él!), pues solía decir: «Mi sazón es el hambre, mi ropa interior [p. 68] es el temor [de Dios], mi vestido exterior es la lana, mi fuego en invierno son los rayos del sol, mi lámpara es la luna, mi bestia de montar son mis pies, y mi alimento y mi fruto son lo que la tierra produce [es decir, sin cultivo]. De noche no tengo nada y de mañana no tengo nada, sin embargo, no hay nadie en la tierra más rico que yo».
A., 45; M., 48.—Se relata que el mundo le fue revelado a Jesús (¡la paz sea con él!) y lo vio en la forma de una anciana desdentada sobre la cual había toda clase de adornos. Entonces le dijo: «¿Con cuántas te has casado?» Ella respondió: «No puedo contarlas». Él dijo: «¿Murieron todas y te abandonaron, o todas se divorciaron de ti?» Ella dijo: «No, las maté a todas». Entonces Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «Es una lástima por el resto de tus maridos. ¿Cómo no se dan cuenta de que tus maridos anteriores los han estado destruyendo uno tras otro, y [cómo] no están en guardia contra ti!»
A., 46.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «El mundo es un puente, así que pásalo y no lo habites». [Cf. A., 75, pág. 71.]
A., 47; M., 49.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: "En verdad os digo que, como un enfermo mira la comida y no se deleita en ella debido a la severidad del dolor, así también el que ama al mundo no se deleita en la adoración y no descubre su dulzura junto con lo que encuentra [p. 69] de amor al mundo. Y en verdad os digo que si una bestia de montar no es montada y puesta en servicio, se vuelve intratable y su naturaleza cambia; de manera similar, cuando los corazones no se ablandan con el pensamiento de la muerte y la disciplina de la adoración, se vuelven duros y ásperos. Y en verdad os digo que mientras una piel no esté rasgada o arrugada, casi puede servir como receptáculo para la miel; De la misma manera, los corazones, siempre que los deseos no los desgarren, ni la codicia los contamine, ni la comodidad los endurezca, pueden ser vasos para la sabiduría”.
A., 48; M., 50.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «El que busca el mundo es como quien bebe agua de mar: cuanto más bebe, más aumenta su sed, hasta que lo mata».
A., 49; M., 51.—Los discípulos dijeron a Jesús (¡la paz sea con él!): «¿Cómo es que ustedes pueden caminar sobre el agua y nosotros no?» Entonces les dijo: «¿Qué piensan del dinar y el dirhem?» [piezas de dinero]. Ellos respondieron: «Son buenos». Él dijo: «Pero ellos y el barro son iguales para mí». [Cf. A., 126, p. 74.]
A., 50; M., 52.—Jesús (¡la paz y las bendiciones sean con él!) dijo: «En la riqueza hay calamidades: que uno la obtenga ilegalmente». Alguien interrumpió: «¿Supongamos que uno la obtiene legalmente?». Entonces dijo: «Puede usarla ilegalmente». El otro dijo: «¿Pero supongamos que la usa legalmente?». Entonces dijo: «Su [p. 70] manejo lo ocupa descuidando a Dios (¡Exaltado sea Él!)».
A., 60; M., 57.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «La ropa fina es vanidad del corazón».
A., 63 (Cf. M., 22).—Jesús (¡la paz sea con él!) llegó a usar una piedra como almohada mientras dormía; pero el demonio se le acercó y le dijo: «¿No has renunciado a este mundo por el otro?» Él dijo: «Sí, pero ¿qué ha sucedido?» Entonces dijo: «Tu uso de esta piedra como almohada significa que estás cómodo en el mundo; entonces ¿por qué no pones tu cabeza en el suelo?» Entonces Jesús (¡la paz sea con él!) arrojó la piedra y puso su cabeza en el suelo.
A., 70; M., 61.—El Mesías (¡la paz sea con él!) dijo: «Oh grupos de discípulos, el temor de Dios y el amor al Paraíso producen paciencia en la aflicción y alejan a los hombres del mundo. En verdad os digo que comer cebada y dormir en estercoleros con perros es un asunto de poca importancia cuando uno busca el Paraíso».
A., 71; M., 62.—Se relata que el Mesías (¡Dios lo bendiga y le conceda la paz!) se encontró en su peregrinación con un hombre dormido envuelto en su manto; luego lo despertó y le dijo: «Oh durmiente, levántate y glorifica a Dios (¡Exaltado sea!)». Entonces el hombre dijo: «¿Qué quieres de mí? En verdad he abandonado el mundo a su gente». Entonces le dijo: «Duerme, entonces, amigo mío».
[p. 71]
A., 72.—El Mesías (¡Dios lo bendiga y le conceda paz!) dijo: «Con dificultad entra un rico en el cielo».
A., 73; M., 18.—El Mesías (¡la paz y las bendiciones de Dios sean con él!) dijo: «En verdad amo la pobreza y odio la comodidad». Y el nombre más querido para él (¡las bendiciones de Dios sean con él!) era que se le llamara «Oh pobre».
A., 74; M., 63.—El Mesías (¡la paz sea con él!) dijo: «No miréis las riquezas de los pueblos de este mundo, porque el esplendor de sus riquezas quita la luz de vuestra fe».
A., 75.—El Mesías (¡Dios lo bendiga y le conceda la paz!) dijo: «El mundo es un puente, así que pásalo y no lo habites». Y algunas personas le dijeron: «¡Oh profeta de Dios, si tan solo nos ordenaras construir una casa en la que pudiéramos adorar a Dios!» Él respondió: «Ve y construye una casa sobre el agua». Dijeron: «¿Cómo se sostendrá un edificio sobre el agua?» Él respondió: «¿Y cómo se sostendrá la adoración junto con el amor de este mundo?» [Cf. A., 46, p. 68.]
A., 77.—'Obaid, hijo de 'Omair, dijo: El Mesías, hijo de María (¡la paz sea con él!) solía usar ropa de piel y comer frutos silvestres [lit. árboles], y no tenía ningún hijo que muriera, ni ninguna casa que demoler, y no almacenaba nada para el día siguiente. Dormía dondequiera que lo sorprendiera la noche. [Cf. A., 118, p. 73.]
R., 79.—Jesús (¡la paz sea con él!) se sentó [p. 72] a la sombra de la pared de alguien, y el dueño de la pared lo hizo levantarse. Entonces él dijo: «No me has hecho levantar; El que me ha hecho levantar es solo Él [es decir, Dios] a quien no le agradó que yo estuviera cómodo a la sombra de la pared».
A., 80.—El Mesías (¡Dios lo bendiga y le conceda la paz!) solía decir: «Oh, hijos de Israel, usen agua pura y vegetales silvestres y pan de cebada, y eviten el pan de trigo, porque no permanecerán agradecidos a Dios».
A., 81; M., 65.—Jesús, el Mesías (¡la paz y las bendiciones de Dios sean con él!), no solía llevar consigo nada más que un peine y una jarra. Entonces vio a un hombre que se peinaba la barba con los dedos, por lo que tiró el peine; y vio a otro bebiendo de un río con las palmas de las manos, por lo que tiró la jarra.
R., 82.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «Miren a los pájaros; no siembran, ni cosechan, ni almacenan, sin embargo, Dios (¡Exaltado sea!) los alimenta día a día. Pero si dicen: Tenemos barrigas más grandes, miren al ganado, cómo Dios (¡Exaltado sea!) ha designado para ellos esta creación como provisión».
A., 146.—Mohammad, hijo de al Fadl, nos dijo bajo la autoridad de Salim, hijo de Abu Jad (¡Dios esté complacido con él!) que Jesús, hijo de María (¡la paz y las bendiciones de Dios sean con él!), dijo: «No almacenéis comida para el día siguiente, porque el [p. 73] mañana viene trayendo consigo su provisión. Y mirad a las hormigas y quién les da el sustento. Pero si decís: Los vientres de las hormigas son pequeños, mirad al pájaro. Y si decís: El pájaro tiene alas, mirad a las bestias salvajes, qué corpulentas y gordas son».
A., 86; M., 66.—Alguien le dijo a Jesús (¡la paz sea con él!): «¿Por qué no compras un asno para montar?». Entonces él respondió: «Soy demasiado querido para Dios (¡Exaltado sea!) para que Él me permita estar ocupado con un asno en descuido de Sí mismo».
A., 103.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «¡Cuántos cuerpos sanos y rostros hermosos y lenguas elocuentes yacerán mañana entre los estratos del infierno!»
A., 111.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo a los discípulos: «Tomen las mezquitas como casas y las casas como lugares de descanso; y coman vegetales silvestres y beban agua pura, y escapen a salvo del mundo».
A., 113.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo a los discípulos: «Es asombroso cómo trabajáis para este mundo, pero recibís provisión en él sin trabajar; y cómo no trabajáis para el otro mundo, pero recibís provisión en él sólo con el trabajo».
A., 117.—El Mesías (¡la paz sea con él!) dijo: «El mundo es un campo que pertenece a Iblîs [Satanás], y sus habitantes son sus labradores».
A., 118 .—El Mesías (¡la paz y las bendiciones sean con él!) dijo a los discípulos: «Yo soy el que [p. 74] ha invertido el mundo sobre su faz; así que no tengo esposa que muera ni casa que sea demolida». [Cf. A., 77, pág. 71.]
A., 123.—Jesús (¡la paz sea con él!) solía decir al mundo: «¡Apártense de mí, cerdos!»
A., 125.—Jesús (¡la paz sea con él!) solía decir: «La dulzura de este mundo es la amargura del próximo, y los vestidos lujosos son vanidad del corazón, es decir, vanidad y orgullo del corazón; y la llenura del vientre es abundancia de pasión, es decir, su sustento y su acumulación». [Cf. A., 60; M., 57, pág. 70.]
A., 126.—Los discípulos dijeron: «Oh Espíritu de Dios, oramos como tú oras, ayunamos como tú ayunas y glorificamos a Dios (¡Exaltado sea!) como nos has ordenado, pero no podemos caminar sobre el agua como tú lo haces». Entonces él dijo: «Dime cómo es tu amor por el mundo». Ellos respondieron: «En verdad lo amamos». Entonces él dijo: «En verdad, el amor por él estropea la religión, pero en mi opinión es meramente como piedra y barro». Y en otra historia [se dice] que levantó una piedra y preguntó: «¿Cuál de los dos es más querido para ti, esto o un dinar y un dirhem?» Ellos respondieron: «Un dinar». Él dijo: «Ambos son iguales para mí». [Cf. A., 49; M., 51, pág. 69.]
A., 139.—Si deseas el ayuno del hijo de la doncella virgen, es decir, Jesús, hijo de María (¡la paz sea con ellos!), entonces solía ayunar todo el tiempo y comer pan de cebada y usar cabello [p. 75] áspero; y dondequiera que la noche lo sorprendiera solía colocar sus pies en oración hasta que veía que había surgido la señal del alba; y nunca se quedaba en ningún lugar sin rezar dos rek’as en él. Y si deseas el ayuno de su madre, entonces ella solía ayunar durante dos días y romper su ayuno durante dos días.
R., 145.—Se cuenta que Jesús, hijo de María (¡la paz y las bendiciones sean con él!), salió un día a ver a sus compañeros vestido con una túnica de lana, un manto de lana y ropas de lana, con la cabeza y los bigotes rapados, llorando y pálido de hambre, con los labios secos de sed, con el pelo largo en el pecho y los brazos; y dijo: «¡La paz sea con vosotros! En verdad, yo soy el que ha rebajado el mundo en su rango con el permiso de Dios, y no hay por qué maravillarse ni jactarse. ¡Oh, hijos de Israel! Despreciad el mundo y os será fácil, y despreciad el mundo y el otro mundo se os hará honorable, y no despreciéis el otro mundo y éste se os hará honorable. Porque el mundo no es digno de honor; cada día llama a la tentación y a la pérdida». Entonces dijo: «Si sois mis compañeros y amigos, acostumbraos a la enemistad y al odio hacia el mundo, pues si no lo hacéis, no sois mis amigos ni mis hermanos. ¡Oh, hijos de Israel! Tomad las mezquitas como casas y las tumbas como hogares; sed [p. 76] como huéspedes. ¿No veis a los pájaros del cielo? No siembran ni cosechan, y Dios en el cielo les da sustento. ¡Oh, hijos de Israel! Comed pan de cebada y legumbres silvestres; y sabed que no habéis dado gracias por eso, así que ¿qué hay de más que eso?»
A., 162.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «Este mundo en relación con el próximo es como un hombre que tiene dos esposas; si está contento con una de ellas, está disgustado con la otra».
A., 168.—Se cuenta que Jesús (¡la paz sea con él!) pasó junto a un hombre que dormía en el suelo con un ladrillo bajo la cabeza y el rostro y la barba en el polvo, y tenía un manto de lana atado a su cuerpo. Entonces dijo: «Oh Señor, este siervo tuyo está extraviado en el mundo». Entonces Dios (¡Exaltado sea!) le reveló: «Oh Jesús, ¿no sabes que cuando miro a Mi siervo con todo mi rostro, quito de él todo el mundo?»
A., 169.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «En verdad tengo dos amigos; el que los ama me ama, y el que los odia me odia: la pobreza y la angustia.»
A., 174 bis.—En la historia israelita se dice que Iblîs [Satanás] se le apareció a Jesús (¡la paz sea con él!), y vio cosas colgadas de él coloreadas con todo tipo de tintes. Entonces le dijo: «¿Qué son estas cosas colgadas?» Él respondió: «Son los deseos de los hijos [p. 77] de los hombres». Luego preguntó: «¿Hay algo mío entre ellos?» Él respondió: «Has comido muchas veces hasta saciarte y te hemos hecho demasiado pesado para la oración y para glorificar a Dios». Preguntó: «¿Hay algo más?» Él respondió: «No». Dijo: «Juro por Dios que nunca llenaré mi vientre de comida». Iblîs dijo: «Y juro por Dios que nunca aconsejaré a un musulmán».
A., 193.—Jesús (¡la paz y las bendiciones sean con él!) dijo: «Oh, hijos de Israel, sepan que la relación de su vida presente con su vida futura es como la relación del este con el oeste. Cuanto más se acercan al este, más se alejan del oeste; y cuanto más se acercan al oeste, más se alejan del este».
A., 220.—Jesús (¡la paz sea con él!) golpeó el suelo con su mano y tomó un poco y lo extendió, y he aquí que tenía oro en una de sus manos y arcilla en la otra. Entonces dijo a sus compañeros: «¿Cuál de ellos es más dulce a vuestros corazones?». Dijeron: «El oro». Él dijo: «Ambos son iguales para mí». [Cf. A., 49; M., 51, p. 69; y A., 126, p. 74.]
A., 221.—Jesús, hijo de María (¡la paz sea con él!), dijo: «Por Dios, el mundo no se ha asentado en el corazón de un adorador sin que tres de sus cosas se le peguen: el trabajo cuya angustia no cesa, la pobreza que no alcanza su riqueza y la esperanza que no alcanza su meta».