El trabajo ennoblece, pero las faenas monótonas embrutecen. [1] El hombre ha escogido, de la manera más egoísta, el trabajo más agradable, dejando a la mujer el pesado trabajo rutinario. [2]
En el mundo espiritual no existe ningún trabajo de baja categoría; todo servicio es sagrado y estimulante; y las órdenes superiores de seres tampoco miran con menosprecio a las órdenes inferiores de existencia. [3] La religión ennoblece el pesado trabajo común de la vida diaria. Deberíamos hacer nuestro trabajo como si fuera para Dios. [4]