Jesús aconsejó a no cansarse de hacer el bien; y previno de guardarse de los senderos resbaladizos de la adulación y de los dardos envenenados del ridículo. [1]
Influida por los halagos, el entusiasmo y una gran persuasión personal de Cano, Eva accedió enseguida a embarcarse en la empresa tan discutida, a añadir su propio pequeño proyecto de salvación del mundo al plan divino más amplio y de más largo alcance. [2]