El período cretáceo debe su nombre al predominio de los prolíficos foraminíferos productores de creta en los mares, y marca el casi final del largo dominio de los reptiles, la aparición de plantas con flores y aves, y significativas actividades geológicas, incluyendo la deriva continental, deformaciones de la corteza, flujos de lava y actividades volcánicas, con grandes depósitos de piedra caliza foraminífera encontrados en regiones como los Alpes, el Himalaya, el Tíbet y a lo largo de las costas de África, Australia, América del Sur y las Antillas. [1]