Los andonitas del Tíbet vivían en toscas chozas de piedra y en grutas en las laderas de las colinas, rodeadas de bosques y arroyos, y en las que abundaban los animales de caza. [1]
La migración andita al Asia central influyó grandemente en los antepasados de los turanios y aportó valiosas cualidades a las cepas chinas; algunas de las primeras migraciones se extendieron hasta el Tíbet. [2] Asoka estableció el budismo en el Tíbet, difundiendo la religión por toda el Asia oriental y convirtiéndola en la fe dominante en la mitad del mundo. [3] Los primeros asentamientos chinos cerca del Tíbet estaban bien establecidos y controlaban el Asia oriental. [4]
Los tibetanos adoptan elementos de todas las religiones del mundo, excepto el evangelio de Jesús: filiación con Dios, hermandad con el hombre y ciudadanía eterna en el universo. [5] Los tibetanos tuvieron poco contacto con los chinos hasta tiempos recientes, a pesar de que la raza amarilla entró en China hace más de 300.000 años. [6] La migración desde el Tíbet al valle del Yangtze añadió sangre andita a los asentamientos ribereños, aunque no tan extensamente como en el norte. [7]
En el Tíbet, los sacerdotes chamánicos y los curanderos se enriquecieron acumulando honorarios como ofrendas a los espíritus, y a menudo poseían la mayor parte de la riqueza de la tribu, ya que la mitad de la población masculina pertenecía a esta clase improductiva. [8]
La religión en el Tíbet combina las enseñanzas de Melquisedek con el budismo, el hinduismo, el taoísmo y el cristianismo, lo que da como resultado una práctica ceremonial elaborada y diversa. [9]
Véase también: LU 61:1.13; LU 64:1.1.