Andón y Fonta, nuestros primeros padres, sucumbieron a sus miedos por un tiempo. [1] El hombre mortal puede acercarse a Dios y alejarse repetidas veces de la voluntad divina durante tanto tiempo como conserve su poder de elección. [2] Jijo Jesús: «Ningún hombre que ha puesto la mano en el arado, y se vuelve atrás, es digno de convertirse en un mensajero del reino». [3]