Jesús usaba el manto, una típica vestimenta judía. [1]
Cuando Jesús enseñó a sus apóstoles que si alguien les quitaba injustamente el abrigo, ofrecieran su otro vestido, no se refería literalmente a un segundo abrigo, sino más bien a la idea de hacer algo positivo para salvar al malhechor, en lugar de seguir el antiguo consejo del «ojo por ojo». [2]