Adán y sus descendientes tenían los ojos azules, y los pueblos violetas se caracterizaban por tener la tez clara y el cabello rubio —amarillo, rojo y castaño. [1]
Cuanto Caín buscó sinceramente la asistencia divina, un Ajustador vino a residir dentro de él. Este Ajustador, que residía en el interior y miraba hacia el exterior, confirió a Caín una clara ventaja de superioridad que lo relacionó con la muy temida tribu de Adán. [2] La sociedad adoptó pronto la actitud de pagar con represalias: ojo por ojo, vida por vida. La ley de Moisés decía: ‘ojo por ojo y diente por diente’. [3]
Jesús mencionó el dicho que dice que ‘es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que los paganos hereden la vida eterna’. Y él declaró que es igual de fácil que ese camello pase por el ojo de la aguja, a que los ricos satisfechos de sí mismos entren en el reino de los cielos. [4]
En los mundos de las mansiones, después de que se amplíe nuestro campo visual y de que estemos liberados de las trabas de las comparaciones materiales, podremos empezar a comprender el significado de esas realidades que «el ojo no puede ver ni el oído oír, y que no han existido nunca en los conceptos de la mente humana», e incluso aquellas cosas que «Dios ha preparado para aquellos que aman estas verdades eternas». [5]
Dijo Jesús: Si las cosas que hacéis con vuestras manos, o las cosas que veis con vuestros ojos, ofenden en el progreso del reino, sacrificad esos ídolos queridos, porque es mejor entrar en el reino desprovistos de muchas de las cosas que se aman en la vida, que aferrarse a esos ídolos y encontrarse excluido del reino. [6]
De las diez fases de la actividad energética ondulatoria, el ojo humano sólo puede reaccionar a una octava, a la de la totalidad de la luz solar ordinaria. [7] Los ojos materiales son en verdad las ventanas del alma nacida del espíritu. [8]