Todos admiten, al menos en teoría, incluso aquellos que no tienen unos altos ideales, que amar incluso a los enemigos es una enseñanza moral, que es justa. [1]
El segundo Isaías predicó: «El Señor os guiará continuamente y satisfará vuestra alma. Seréis como un jardín regado y como un manantial donde no faltan las aguas. Y si el enemigo llega como una inundación, el espíritu del Señor levantará una defensa contra él». [2]
Jesús repitió en muchas ocasiones: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os utilizan con malicia. [3] La oración puede ser un grito airado de venganza, o una intercesión misericordiosa por vuestros enemigos. [4]
Dijo Jesús: «Si un enemigo te golpea en una mejilla, no te quedes allí mudo y pasivo, sino que adopta una actitud positiva y ofrécele la otra; es decir, haz activamente todo lo posible por sacar del mal camino a tu hermano equivocado, y llevarlo hacia los mejores senderos de una vida recta». [5] El hombre sabio es un alma noble que sabe ser amistosa en medio de sus enemigos, tranquila entre los turbulentos y generosa entre los avariciosos. [6]