El hombre moderno ya no intenta coaccionar abiertamente a los espíritus, aunque todavía manifiesta cierta predisposición a negociar con la Deidad. Y continúa blasfemando, tocando madera, cruzando los dedos y diciendo una frase trivial después de una expectoración; en otro tiempo era una fórmula mágica. [1] En cierta época era realmente peligroso señalar con el dedo a una persona; todavía se considera que señalar es de mala educación. [2]