La intención del verdadero creyente es actuar siempre, y no coaccionar nunca. [1] El factor principal de la civilización primitiva era la fuerza que ejercían los sabios jefes sociales. [2] La dominación del Espíritu nunca está manchada de coerción ni comprometida por la coacción. [3] Una causa justa nunca se debe promover por la fuerza; las victorias espirituales sólo se pueden ganar por medio del poder espiritual. [4] Las personas débiles que buscan el placer son gradualmente sometidas por los elementos más fuertes de la civilización progresiva que aman la verdad. [5]
Jesús no aprobaba que se rehusara emplear la fuerza para proteger a la mayoría de un grupo humano determinado contra las prácticas desleales y esclavizantes de unas minorías injustas que pudieran parapetarse detrás del poder político, financiero o eclesiástico. [6] Jesús expresó la opinión de que la sociedad organizada tiene derecho a emplear la fuerza para hacer que se ejecuten sus justos mandatos. [7]
El árbol que no produce frutos es «derribado y arrojado al fuego». El valor moral no puede provenir de la simple represión —de la obediencia al mandato «No harás». [8]