En la antigüedad era costumbre sacrificar al hijo primogénito. En el momento de construir las murallas de Jericó, un reyezuelo de Palestina «echó los cimientos sobre Abiram, su hijo primogénito, y edificó las puertas sobre Segub, su hijo menor». [1]
Moisés intentó poner fin a los sacrificios humanos, introduciendo el rescate como sustituto. Incluso después de que la mayoría de los grupos hubieron dejado de practicar el asesinato ritual de los niños, conservaron la costumbre de abandonar a un niño en el desierto o en una pequeña embarcación en el agua. [2]