La grotesca práctica de los sacrificios humanos para construir los muros persistió, y un reyezuelo puso los cimientos de Jericó en sus hijos según las creencias religiosas. [1]
Juan el Bautista se estableció cerca de la entrada del antiguo vado de Jericó, predicando a la gente que cruzaba de un lado a otro. [2]
Durante su estancia en Betania, más allá del Jordán, los matrimonios apostólicos fueron asignados por Andrés para ministrar a los enfermos de Jericó, donde encontraron gran consuelo y sanación mediante las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles. [3] Judas vivió en Jericó antes de unirse a los apóstoles de Jesús. [4] Judas depositó fondos en el banco de Jericó durante el viaje a Jerusalén. [5] Jesús bendijo a los niños pequeños en Jericó. [6]
Jesús habló de la leyenda de Josué y de los muros de Jericó, haciendo hincapié en la importancia de derribar los muros del prejuicio y el odio con el amor del Padre. [7] En Jericó, Bartimeo recuperó la vista cuando Jesús pasó por allí. [8] La historia del buen samaritano en Jericó nos enseña a mostrar compasión a todos nuestros vecinos. [9] Zaqueo, de Jericó, encontró la salvación y se convirtió en hijo de Abraham cuando Jesús decidió quedarse en su casa. [10]
Véase también: LU 124:6.7; LU 125:3.2; LU 127:3.6; LU 128:3.2; LU 147:6.2.