Sólo a los sumos sacerdotes y nazareos, como Juan, se les permitía entrar en el lugar santísimo del templo de Jerusalén, reverenciado con el mismo respeto y veneración que a los nazareos santificados. [1]
El joven Jesús, después de preguntarse qué había detrás del velo de separación, pasó la mayor parte de su tiempo en conferencias de enseñanza en el templo, buscando respuestas acerca del lugar santísimo. [2]