Los primates, los padres de esta primera pareja humana, utilizaban puntas afiladas de piedra, de sílex y de hueso. [1]
Los antiguos siempre veneraban los huesos de sus dirigentes, y muchas personas contemplan todavía los restos óseos de los santos y los héroes con un temor supersticioso. Incluso hoy en día se hacen peregrinajes a la tumba de los grandes hombres. [2] Los huesos de los muertos se creían muy mágicos. [3] Los latinos preservaron los huesos de los héroes, y más tarde, los de los santos cristianos. [4]