No debemos apelar al miedo en la proclamación del evangelio. [1] Debemos aceptar los desafíos sin quejarnos y a enfrentarnos con las dificultades y las incertidumbres sin temor. [2] El segundo Isaías proclamó: «No temáis, porque estoy con vosotros; no os desalentéis, porque yo soy vuestro Dios». [3] No temamos a aquellos que, aunque puedan ser capaces de matar el cuerpo, después ya no tienen ningún poder sobre nosotros. [4]
Es fácil engañarnos a nosotros mismos y caer así en unos temores tontos, en deseos de todo tipo, placeres esclavizantes, malicia, envidia e incluso en un odio vengativo. [5] El miedo persiste en las razas actuales porque carecemos de herencia adánica. [6] Los Serafines no pueden entender la herencia del miedo animal que ocupa un lugar tan importante en nuestra vida mental. [7]
La religión evolutiva nace de un miedo simple y todopoderoso, el miedo que se apodera de la mente humana cuando ésta se enfrenta a lo desconocido, lo inexplicable y lo incomprensible. [8] El «temor al Señor» es el comienzo de la sabiduría. [9] Nuestra religión se está volviendo real porque está saliendo de la esclavitud del miedo y de la servidumbre de la superstición. [10]
El valor moral no puede provenir de la simple represión —de la obediencia al mandato «No harás». El miedo y la vergüenza son motivaciones sin valor para la vida religiosa. [11]
Cuando nos halláis ante Dios con un corazón puro, ya no tenemos miedo a nada en toda la creación. [12] Debemos repudiar el miedo. [13] La fe vence al miedo. [14]
Miles y miles de hombres y mujeres de este siglo están ansiosos, inquietos, temerosos, inseguros e inestables; necesitan, más que nunca en la historia del mundo, el consuelo y la estabilidad de una religión sana. [15] Jesús liberaba con frecuencia a las víctimas del miedo de su debilidad de carácter, de su depresión mental y de su esclavitud al temor. [16] Los evángeles aconsejan a los maestros humanos de la verdad y de la rectitud que proclamen «que el amor de Dios expulsa todo temor». [17] El miedo, la envidia y la vanidad sólo se pueden impedir mediante el contacto íntimo con otras mentes. [18] La práctica de adoración de Jesús eliminaba el temor debilitante. [19]
La ignorancia por sí sola nunca puede impedir la supervivencia, así como tampoco las dudas confusas o la incertidumbre temerosa. [20] El miedo puede inducir un estado místico. [21] El miedo puede inhibir la imaginación creativa. [22] El miedo y cierto remordimiento le indujeron a Caín a arrepentirse. [23] El miedo es el principal tirano del hombre, y el orgullo, su mayor debilidad. [24]
Todos los venenos físicos retrasan considerablemente los esfuerzos del Ajustador por elevar la mente material, mientras que los venenos mentales del miedo, la cólera, la envidia, los celos, la desconfianza y la intolerancia obstaculizan también enormemente el progreso espiritual del alma evolutiva. [25] Debilita el carácter, destruye la felicidad. [26]
Las tendencias del hombre al miedo data de los antepasados del lémur. [27] Los primates al igual que sus antepasados anteriores, estaban extremadamente dominados por el miedo. [28] Los cien de Caligastia buscaron sustituir el temor a las criaturas, a los fantasmas, por el temor al Creador. [29]
La dificultad para combatir la magia surge del hecho de que el miedo puede matar. Los pueblos primitivos temían tanto la magia que ésta mataba realmente, y estos resultados eran suficientes para justificar esta creencia errónea. [30]
Fue el sentimiento, y no el pensamiento, la influencia que dirigió y controló todo el desarrollo evolutivo. Para la mente primitiva existe poca diferencia entre tener miedo, rehuir, honrar y adorar. [31] La civilización de Urantia se forjó literalmente entre el yunque de la necesidad y los martillos del miedo. [32] El miedo ha sido siempre el estímulo religioso fundamental. [33]
«El ‘temor al Señor’ ha tenido diferentes significados a través de los tiempos; empezó con el miedo, ha pasado por la angustia y el terror, y ha llegado hasta el temor y el respeto. La evolución del miedo pasa a través del temor, el terror, la dependencia y el respeto, hasta la consideración agradecida y afectuosa del amor. [34]
Tarde o temprano, el instinto del miedo fomenta el establecimiento de estas instituciones de supervivencia mediante los tabúes, las convenciones y las sanciones religiosas. [35]
La vanidad y el temor, y más concretamente el miedo a los fantasmas, fueron otras dos emociones que empujaron a los seres humanos a unirse y a mantenerse unidos. [36] La religión primitiva empujaba a los hombres hacia adelante por el miedo. [37] La religión primitiva del miedo cumplió un objetivo muy valioso subyugando los temperamentos fogosos de las criaturas primitivas. [38]
El miedo corriente tenía un origen fisiológico: miedo al dolor físico, al hambre insatisfecha o a alguna calamidad terrestre; pero el miedo a los fantasmas era una clase de terror nueva y suprema. [39]
El mismo diseño creativo que planeó la evolución provee igualmente aquellas restricciones externas de tiempo y de espacio, de hambre y de miedo, que circunscriben eficazmente el campo de las elecciones subespirituales de estas criaturas poco cultas. [40] El odio es la sombra del miedo. [41] El miedo irracional es un fraude intelectual magistral ejercido sobre el alma mortal en evolución. [42]