Los huéspedes de la antigüedad pagaban su estadía contando historias, creando una tradición de hospitalidad entrelazada con la narración de historias que con el tiempo llegó a ser venerada, pero restringida durante las épocas cruciales. [1] Santiago Zebedeo era un buen narrador de historias cuando no estaba experimentando períodos de inexplicable silencio. [2] Jesús, un maestro narrador de historias, cautivó a sus vecinos con relatos de su vida temprana en Galilea y lecturas de las escrituras griegas. [3]
Natanael, el filósofo y soñador apostólico, fue el mejor narrador de historias entre los doce apóstoles, muy admirado por Jesús por su discurso serio y frívolo. [4]