Jesús y Ganid prestaron sus primeros auxilios a un muchacho llamado Rufo, que había resultado herido. Su padre, Simón, jamás podía imaginar que el hombre cuya cruz llevaría más tarde, por orden de un soldado romano, era el mismo extranjero que en otro tiempo había socorrido a su hijo. [1] Simón era padre de Rufo y Alejandro de Cirene. Ambos hijos fueron unos instructores muy eficaces del nuevo evangelio en África. [2]
Véase también: LU 130:0.2.