Al principio de la religión evolutiva, el cordero se convirtió en el típico animal sacrificatorio y la paloma en el símbolo de la paz y del amor. [1] Decía Jesús: «Mirad, os envío como ovejas en medio de los lobos; sed pues tan prudentes como las serpientes y tan inofensivos como las palomas». [2] María mantuvo un palomar en la azotea. [3] En la casa de Nazaret tenían un pequeño negocio de venta de palomas que Jesús transfirió a su hermano Santiago. [4]
En un momento dado, los codiciosos sacerdotes llegaron a exigir el equivalente de una semana de trabajo por un par de palomas que deberían haberse vendido a los pobres por unos pocos céntimos. [5]