Todo lo que no es espiritual en la experiencia humana, salvo la personalidad, es un medio para conseguir un fin. [1]
La inteligencia por sí sola puede discernir los mejores medios de conseguir unos fines indistintos, pero un ser moral posee una perspicacia que le permite distinguir entre los fines así como entre los medios. [2]
Jesús nunca recurrió a tácticas indignas para enfrentarse a la continua presión de sus enemigos, que no dudaban en emplear todo tipo de mentiras, de injusticias y de iniquidades en sus ataques contra él. [3] Jesús no serviría al mal para que el bien pudiera derivarse de él. [4]
Todo lo que no es espiritual en la experiencia humana, salvo la personalidad, es un medio para conseguir un fin. Toda verdadera relación del hombre mortal con otras personas —humanas o divinas— es un fin en sí misma. [5] El trabajo en este mundo, por muy importante que sea, no es ni mucho menos tan importante como la manera de hacerlo. [6]