No nos dejemos engañar por las recompensas tentadoras de los logros deshonestos; estemos dispuestos a trabajar por las retribuciones posteriores inherentes a los esfuerzos honrados. [1]
Los primeros comerciantes eran escrupulosamente honrados dentro de sus propias tribus, pero consideraban totalmente correcto engañar a los extraños que venían de lejos. [2]
El consejo de Jesús al hombre rico sobre la riqueza derivada del fraude: Si una porción determinada de tu fortuna ha sido obtenida adrede por medio del fraude, si una fracción de tus bienes ha sido acumulada mediante prácticas fraudulentas o métodos no equitativos, si tus riquezas son el producto de negocios tratados injustamente con tus semejantes, apresúrate a restituir todas esas ganancias mal adquiridas a sus legítimos dueños. Efectúa todas las compensaciones necesarias y depura así tu fortuna de todos sus elementos indignos. [3] El secreto siempre ha sido esencial para practicar con éxito el engaño y la superstición. [4]