Los hábitos que favorecen el crecimiento religioso engloban: el cultivo de la sensibilidad a los valores divinos, el reconocimiento de la vida religiosa de los demás, la meditación reflexiva sobre los significados cósmicos, la solución de los problemas utilizando la adoración, compartir vuestra vida espiritual con vuestros semejantes, evitar el egoísmo, negarse a abusar de la misericordia divina, y vivir como si se estuviera en presencia de Dios. [1]
Es cierto que la supremacía de una decisión, su relación con una crisis, tiene mucho que ver con su influencia para franquear los círculos; sin embargo, el número de decisiones, las repeticiones frecuentes, las repeticiones persistentes, son esenciales también para tener la certeza de que tales reacciones se convertirán en hábitos. [2]
Cuando estas experiencias se repiten con frecuencia, se cristalizan en hábitos, en unos hábitos de adoración que dan fuerzas, y estos hábitos se traducen con el tiempo en un carácter espiritual, y este carácter es reconocido finalmente por nuestros semejantes como una personalidad madura. [3]