Se creía que un hombre fetiche era más que humano; era divino, e incluso infalible. [1] Algunos religiosos creen que tienen la Verdad infalible. La religión no prevé llevar a cabo cambios o revisiones, no asegura su propia corrección. [2] En el estado mortal no hay nada que se pueda probar de manera absoluta; tanto la ciencia como la religión están basadas en suposiciones. [3]
Existe una realidad, en la experiencia religiosa, que es proporcional a su contenido espiritual y trasciende todos los logros humanos. Las convicciones de esta experiencia religiosa son inexpugnables; la certidumbre de este conocimiento es superhumana. [4] La certidumbre interior verdadera y auténtica no teme en absoluto el análisis exterior, ni la verdad se resiente por una crítica honesta. [5]
La certidumbre física consiste en la lógica de la ciencia; la certidumbre moral, en la sabiduría de la filosofía; la certidumbre espiritual, en la verdad de la experiencia religiosa auténtica. [6] Aprenderemos a dejar que la presión se desarrolle en estabilidad y certeza; a aceptar los desafíos y enfrentarnos a las dificultades. [7]
La certidumbre de la persona religiosa que conoce a Dios no debería alterarse por la incertidumbre de los materialistas incrédulos; la fe profunda y la certeza inquebrantable del creyente experiencial son más bien las que deberían constituir un poderoso desafío para la incertidumbre del no creyente. [8] En el nivel espiritual, la necesidad de pruebas materiales se desvanece gradualmente ante la experiencia efectiva de la realidad. [9] La certeza se extiende solo en la medida de lo que alcanza la experiencia personal de cada uno. [10]
El conocimiento por sí solo nunca puede proporcionar una certeza absoluta, sino únicamente una probabilidad aproximada creciente; pero el alma religiosa espiritualmente iluminada sabe, y sabe ahora. [11] Nada de lo que la naturaleza humana toca es infalible. [12]
Dios es la más ineludible de todas las presencias, el más real de todos los hechos, la más viva de todas las verdades, el más afectuoso de todos los amigos y el más divino de todos los valores; de Dios tenemos derecho a estar más seguros que de cualquier otra experiencia universal. [13] Podemos estar más absolutamente seguros de la realidad de la presencia de Dios que vive dentro de nosotros que de la realidad de un compañero humano. [14]