Los argumentos necesarios para defender cualquier proposición son inversamente proporcionales a la verdad que contiene dicha proposición. [1] No se deben emplear los argumentos abrumadores ni la superioridad mental para coaccionar a los hombres y a las mujeres para que entren en el reino. [2]
Andón enseñó a sus hijos a resolver sus disputas golpeando cada uno de ellos un árbol con un palo, mientras maldecían el árbol; el primero que rompía el palo era el vencedor. [3]
Las comisiones conciliadoras funcionan para resolver las disputas a petición de un miembro de cada contienda. [4]
Dijo Jesús: «No rivalicéis con los hombres —sed siempre pacientes. No luchéis contra los hombres, ni siquiera contra los incrédulos». [5]
Jesús parecía estar completamente libre de todo deseo egoísta de ganar una discusión simplemente por el placer de triunfar sobre sus compañeros por medio de la lógica. [6] Sus oyentes hostiles trataron de implicar a Jesús en un debate inútil, pero éste se negó a discutir con sus enemigos. [7]