Los creyentes están inmunizados contra la depresión que sigue a los cataclismos puramente materiales. [1]
Hay que sacudirse de la depresión y salir a proclamar el evangelio con una gran energía, no olvidando nunca que Jesús estaba con nosotros durante todo nuestro período de desánimo, y que continuará con nosotros hasta el fin. [2]
Las palabras de Jesús a Fortunato, el joven abatido, fueron: «Amigo mío, ¡levántate!. ¡Ponte de pie como un hombre!. Tu mente debería ser tu valiente aliada en la resolución de los problemas de tu vida, en lugar de ser tú, como lo has sido, su abyecto esclavo atemorizado y el siervo de la depresión y de la derrota». [3]
Tomás el apóstol estaba afligido por la depresión. Desgraciadamente, cuando estaba más deprimido siempre trataba de evitar el contacto directo con Jesús. [4]