Los Ajustadores pueden sufrir decepciones con nosotros. Estas son las palabras de un Ajustador a un hombre en que habitaba: «Decidle a mi amado sujeto que seré fiel a la personalidad que me ha sido confiada. Y le exhorto a sobrevivir, a que no me decepcione, a que no me prive de la recompensa de mi lucha paciente e intensa». [1]
Las decepciones en la vida son una inevitabilidad si se quiere poder adquirir valentía, fuerza de carácter; un aspecto normal y común de la existencia humana. [2]
Cuando el hombre se haya sentido suficientemente desilusionado por las tristes decepciones que acompañan la búsqueda insensata y engañosa del egoísmo, y después de que haya descubierto la esterilidad de la religión formalizada, sólo entonces estará dispuesto a volverse de todo corazón hacia el evangelio del reino, la religión de Jesús de Nazaret. [3] La decepción y la tristeza acompañan al error porque, como éste no es una realidad, no se puede llevar a cabo en la experiencia. [4]
Todo hombre mortal sabe muy bien que el amor, aunque al principio haya sido sincero, puede convertirse finalmente en un odio real a causa de las decepciones, los celos y un resentimiento constante. [5]
Qué aplastante es la decepción en la vida de aquellas personas necias que fijan sus miras en los atractivos oscuros y evanescentes del tiempo, y se vuelven ciegas a los logros superiores. [6] Los individuos que conocen a Dios no se desaniman por las desgracias ni se dejan abatir por las decepciones. [7]
Los hijos ascendentes del tiempo aprenden a deleitarse con las incertidumbres, a enriquecerse con las decepciones, a entusiasmarse con los fracasos aparentes, a estimularse en presencia de las dificultades, a mostrar un valor indomable frente a la inmensidad. [8]
La amistad disminuye el dolor de las decepciones. Las dificultades, las tristezas, las decepciones y las derrotas son más dolorosas y desalentadoras cuando se soportan a solas. [9]
La mayor decepción es el fracaso en la aventura de la Deidad. Pero ese no es el fin. Tras un período de servicio universal regresarán al círculo de su mayor decepción e intentarán de nuevo la aventura de la Deidad. [10]
Jesús advirtió a sus discípulos: «Es preciso que cada uno de vosotros se siente y calcule lo que le cuesta ser mi discípulo. Tendrás que enfrentarte con persecuciones encarnizadas y dar testimonio de este evangelio en medio de decepciones aplastantes». [11]
Jesús sometió a los apóstoles a repetidas desilusiones y les proporcionó frecuentes oportunidades de pruebas para que escogieran entre la buena y la mala manera de enfrentarse a las dificultades espirituales. [12] Judas nunca adquirió una técnica filosófica para enfrentarse con las decepciones. [13]
En el Paraíso, una decepción nunca se considera como una derrota; un aplazamiento nunca se contempla como una desgracia; los fracasos aparentes del tiempo nunca se confunden con los retrasos significativos de la eternidad. [14] Jesús habló en una ocasión durante más de una hora a los grupos reunidos sobre «la misión de la adversidad y el valor espiritual de las decepciones». [15] Las decepciones más difíciles de soportar son aquellas que no llegan nunca. [16] Para disminuir la magnitud de las decepciones lo mejor es ser menos crítico; esperar menos de algunos hombres. [17] Confiar en la bondad de Dios a pesar de las amargas decepciones y de derrotas aplastantes. [18] La peor decepción a veces se convierte en la mayor bendición. [19]