Cuando un hombre se enfrenta con sus propios fracasos, ¡cuánta tendencia tiene a inculpar a los demás, con mucha frecuencia a quienes menos se lo merecen! [1]
Si un mortal ascendente llegara solo al universo central y fracasara en alguna fase de la aventura de la Deidad mientras atraviesa Havona, se enviaría al peregrino de Havona a los universos con el guardián seráfico o el Compañero del Paraíso. [2] La prudencia y la discreción, llevadas demasiado lejos, conducen a la cobardía y al fracaso. [3] No os inquietéis por el miedo al fracaso o por las confusiones que causan perplejidad. [4]
El éxito puede generar la valentía y promover la confianza, pero la sabiduría sólo proviene de las experiencias de adaptación a los resultados de los fracasos personales. [5]
Antes de llegar a Havona, los hijos ascendentes han aprendido a deleitarse con las incertidumbres, a enriquecerse con las decepciones, a entusiasmarse con los fracasos aparentes, a estimularse en presencia de las dificultades, a mostrar un valor indomable frente a la inmensidad, y a ejercer una fe invencible cuando se enfrentan con el desafío de lo inexplicable. [6] Los fracasos aparentes en realidad se trata simplemente de retrasos inevitables. [7]
La amistad disminuye el dolor de las derrotas. Las dificultades, las tristezas, las decepciones y las derrotas son más dolorosas y desalentadoras cuando se soportan a solas. [8]
La vida se convertirá en una carga de la existencia si no aprendemos a fracasar con elegancia. Aceptar las derrotas es un arte que las almas nobles siempre adquieren; debemos saber perder con alegría. [9] Las épocas de grandes pruebas y de derrotas amenazantes siempre son períodos de gran revelación. [10] La derrota es el verdadero espejo donde podéis contemplar honradamente vuestro yo real. [11] La fe produce una confianza sublime en la bondad de Dios, en medio incluso de amargas decepciones y de derrotas aplastantes. [12]
En los mundos de las mansiones, después de los fracasos, nos preguntarán: ¿os levantaréis indomablemente para intentarlo de nuevo? [13] La perspicacia religiosa posee el poder de transformar una derrota en deseos superiores y en nuevas determinaciones. [14]
Jesús se volvió un experto en el arte de arrancar la victoria de las mismas garras de la derrota; aprendió a transformar las dificultades del tiempo en triunfos de la eternidad. [15] La naturaleza humana de Jesús no era insensible a esta situación de soledad personal, de oprobio público y de fracaso aparente de su causa. [16] Jesús nunca se afectó por un aparente fracaso. [17]
Las palabras de Jesús a Fortunato, el joven abatido, fueron: «Amigo mío, ¡levántate!. ¡Ponte de pie como un hombre!. Tu mente debería ser tu valiente aliada en la resolución de los problemas de tu vida, en lugar de ser tú, como lo has sido, su abyecto esclavo atemorizado y el siervo de la depresión y de la derrota». [18] Judas se negaba a considerar la idea de un aparente fracaso. [19] Judas se indignaba amargamente cuando le contrariaban. Siempre esperaba ganar; era muy mal perdedor. [20]