Los andonitas no tardaron en descubrir el miedo que les producían los elementos —trueno, relámpago, lluvia, nieve, granizo e hielo. [1] Los primeros semitas consideraban que todas las cosas estaban habitadas por un espíritu. Tenían los espíritus del fuego, el agua y el aire. [2]
Las perturbaciones de los elementos impresionaban tanto al hombre primitivo que el trueno era considerado como la voz de un dios encolerizado. La adoración del fuego y el miedo al relámpago estaban enlazados y muy difundidos entre numerosos grupos primitivos. [3]