No esperemos favoritismos. En todas nuestras oraciones, seamos equitativos; no esperemos que Dios muestre predilecciones, que nos ame más que a sus otros hijos, nuestros amigos, vecinos e incluso nuestros enemigos. [1] Dios no hace acepción de personas, ya sean espirituales o materiales. [2]
Cada uno de los hijos de Dios comparte la paternidad de Dios, y Dios ama a cada uno de sus hijos creados de la misma manera; no hace más acepción de los destinos ascendentes que de las criaturas que puedan alcanzar esos destinos. [3]
José y María a veces estuvieron tentados de mostrar algún tipo de favoritismo especial por Jesús. Pero sus padres eran sabios y sagaces. Las pocas veces mostraron de alguna manera una preferencia cualquiera por él, incluso en el más ínfimo grado, Jesús rechazó de inmediato toda consideración especial. [4] El paternalismo fue una de las razones del declive romano. [5]