La educación de la opinión pública es la manera esencial y no violenta de acelerar la civilización, ya que la fuerza es sólo una solución temporal que retrasa la sociedad. [1]
La opinión pública, la exaltación de las ideas colectivas del hombre común, ha sido considerada como el fetiche supremo del estado a lo largo de la historia, desde los reyes fetichistas que gobernaban por «derecho divino» hasta el fetiche moderno de la democracia. [2]
Jesús advirtió a sus seguidores sobre la inconstancia de la aclamación popular, recordándoles la naturaleza transitoria del apoyo entusiasta de las multitudes. [3]
La opinión pública, aunque a menudo retrasa a la sociedad, debe ser no violenta para preservar la civilización y acelerar la evolución social mediante la educación en lugar de la fuerza. [4]
Los apóstoles reconocieron la amabilidad sincera de Jesús, independiente del juicio humano e indiferente a la opinión pública, afirmando su superhumanidad con confianza autoritaria. [5] La ley es un reflejo codificado de la experiencia humana acumulada, que cristaliza y legaliza la opinión pública. [6]