La tónica de la aventura y el estímulo de la curiosidad no desaparecerán de nuestra carrera hasta que no hayamos atravesado el último circuito de Havona y visitado el último mundo de Havona. [1] No debemos intentar satisfacer la curiosidad o contentar todas las aventuras latentes que surgen dentro del alma, en una corta vida en la carne. [2] La curiosidad es el hambre de armonía y la sed de belleza. [3]
La curiosidad —el espíritu de investigación, el estímulo del descubrimiento, el impulso a la exploración— forma parte de la dotación innata y divina de las criaturas evolutivas del espacio. [4] Jesús nunca parecía tener curiosidad por la gente, y nunca manifestaba el deseo de dirigirlos, manejarlos o investigarlos. [5] La mente se extiende para explorar situaciones remotas. [6] No existen secretos arbitrarios en el universo. [7]