Jesús exije la vida de sus discípulos, incluso una vida de servicio amoroso. [1]
Jesús sometió a sus discípulos a repetidas desilusiones y les proporcionó frecuentes oportunidades de pruebas para que escogieran entre la buena y la mala manera de enfrentarse a las dificultades espirituales. [2]
Los discípulos pueden regresar a casa para ministrar a sus seres queridos, pero no sucede así con los mensajeros del evangelio. Estos últimos lo abandonan todo para seguir a Jesús y proclamar el reino. [3] Si queremos ser discípulos de Jesús, debemos estar dispuestos a abandonar padre, madre, esposa, hijos, hermanos y hermanas por el reino. [4] Si solamente somos unos discípulos creyentes, tendremos que ganarnos nuestro pan y contribuir al sostén de todos los que enseñan, predican y curan. [5] Hay que estar dispuesto a renunciar a todo lo que eres, y a consagrar todo lo que posees, o si no no eres digno de ser discípulo de Jesús. [6] De todos los hombres que recibieron el llamamiento personal de Jesús, sólo tres rehusaron aceptar esta invitación a convertirse en sus discípulos. [7] Discípulos contra apóstoles: [8]
Somos discípulos de Jesús si hacemos la voluntad del Padre, y nos amamos unos a otros. [9]