El apostolado, a diferencia del camino menos riguroso de los simples discípulos, es la comisión que Jesús entregó a aquellos que deseban darlo todo en el servicio del reino.
El apostolado, originalmente una exigencia sólo para los doce, Jesús no lo restringió únicamente a ellos. Un grupo de unos setenta discípulos posteriores también pueden considerarse apóstoles, y cualquiera dispuesto a aceptar pagar el precio era aceptado por Jesús como apóstol. [1]
Nunca enseñó a sus discípulos que evitaran las posesiones terrenales; sólo a sus doce apóstoles. [2]
Jesús no enseñó nunca que fuera malo poseer riquezas. Sólo a los doce y a los setenta les pidió que dedicaran todas sus posesiones terrenales a la causa común. [3]
«Los que queréis seguirme debéis estar dispuestos a pagar el precio de una dedicación total a hacer la voluntad de mi Padre. Si queréis ser mis discípulos, debéis estar dispuestos a abandonar padre, madre, esposa, hijos, hermanos y hermanas, e incluso a su vida». [4]
Véase también: LU 140:3.1; LU 140:6.9-13; LU 140:8.16; LU 142:7.2; LU 163:2.6,11; LU 163:3.3; LU 165:4.5; LU 165:5.2; LU 171:2.