Según enseñaban los apocalípticos judíos Israel debía recobrar el ánimo; los días de su aflicción casi habían terminado; el castigo disciplinario del pueblo elegido de Dios estaba llegando a su fin; la paciencia de Dios con los extranjeros gentiles se estaba agotando. El final del poder de Roma era sinónimo del final de la era y, en cierto sentido, del fin del mundo. [1]
Juan el Bautista vivió en En-Gedi durante dos años y medio, y persuadió a la mayoría de la hermandad de que «se acercaba el fin de la era», de que «el reino de los cielos estaba a punto de aparecer». [2]
Muchos seguidores de Jesús interpretaron sus predicciones relativos a la destrucción del templo de Jerusalén con el «fin del mundo», la reaparición del Mesías y el establecimiento de la Nueva Jerusalén. [3]
La caída de las naciones, el desplome de los imperios, la destrucción de los judíos incrédulos, el final de una era e incluso el fin del mundo, ¿qué tienen que ver estas cosas con alguien que cree en el evangelio? [4]