No existe ningún tipo de «pueblo elegido». [1]
Moisés proclamó que Yahvé era el Señor Dios de Israel, que había escogido a los hebreos como su pueblo elegido; estaba construyendo una nueva nación, y nacionalizó sabiamente sus enseñanzas religiosas diciendo a sus seguidores que Yahvé era muy estricto y exigente, un «Dios celoso». [2]
Moisés enseñó a los israelitas que sólo se convertirían en el pueblo elegido de Dios a condición de que «guardaran todos sus mandamientos y obedecieran todos sus decretos». [3] Samuel proclamó a un Yahvé que había creado a todos los hombres, pero que se ocupaba principalmente de los hebreos, su pueblo elegido. [4]
Amós y Oseas predicaron a un Dios que no consideraba a los hebreos de manera diferente a cualquier otra nación cuando se trataba de castigar la maldad. Era un ataque directo contra la doctrina egoísta del «pueblo elegido». [5]
En la reacción de los judíos contra la inferioridad nacional oscilaron hacia el otro extremo del egotismo nacional y racial, desvirtuando y desnaturalizando sus tradiciones con el objeto de elevarse por encima de todas las razas como pueblo elegido de Dios. [6]
El resentimiento por la pérdida de su dios nacional fue lo que condujo a los sacerdotes judíos a inventar tantas fábulas y milagros en la historia hebrea, en un esfuerzo por restablecer a los judíos como el pueblo elegido. [7]
Los dirigentes israelitas enseñaban que eran un pueblo elegido, no por una complacencia y un monopolio especiales del favor divino, sino para el servicio especial de llevar la verdad del Dios único y supremo a todas las naciones. [8]
Los judíos atribuían su libertad fortuita y su independencia de la autoridad política de los pueblos más poderosos que los rodeaban, al hecho de que eran «el pueblo elegido», a la intervención directa de Yahvé. [9] Por esa razón los judíos se quedaron perplejos por el cautiverio babilónico debido a su fe en la idea de ser el pueblo elegido. [10]
Uno de los peligros de la religión institucional es la creación de la actitud aristocrática de «pueblo elegido». [11] La religión se ha contaminado con un error sembrador de discordias permanentes, la ilusión del pueblo elegido. [12] La doctrina del pueblo elegido ha sido un factor primordial para unir a las tribus y edificar las naciones hasta los tiempos modernos. [13]