El hombre primitivo no podía distinguir entre el genio y la locura; a los tontos los golpeaban hasta morir o eran venerados como personalidades fetiches. [1] Mucha gente consideraba que los genios eran personalidades fetiches poseídas por un espíritu sabio. [2]
Toda civilización está limitada por los recursos naturales disponibles, el genio inherente y el tiempo libre suficiente para asegurar la realización de los inventos. [3]
En un genio religioso, una poderosa fe espiritual conduce muchas veces directamente a un fanatismo desastroso, a la exageración del ego religioso, pero esto no le sucedió a Jesús. [4]
El consejo de Jesús con respecto a la disposición de la riqueza fue: «Si llegas a conseguir la riqueza mediante el despliegue de tu talento, si tus riquezas proceden de las remuneraciones por tus dotes inventivas, no reclames una porción injusta de dichas remuneraciones. El talento le debe algo tanto a sus antepasados como a sus descendientes; también tiene obligaciones con respecto a la raza, a la nación y a las circunstancias de sus descubrimientos ingeniosos». [5] El vuelo de la genialidad es neutralizado por la gravedad de la mediocridad. [6] Se debería fomentar el hombre normal; él es la espina dorsal de la civilización y la fuente de los genios mutantes de la raza. [7] El talento y la originalidad creativa están muy fomentados en la principal nación continental de un planeta habitado vecino. [8]