La identidad se superpone a los sistemas de energía viviente y es un logro potencialmente cocreativo, distinto de la transmutación impersonal de los patrones de energía no viviente. [1]
Antes del sueño de transición, encomiendas tu identidad al Padre, y al resucitar eternamente en el Paraíso, reconoces al supernafín como el instigador de tu descanso. [2] La identidad se deriva de la presencia del Ajustador, custodio de la identidad, que asegura el potencial eterno de la personalidad del hombre mortal. [3] La identidad humana es una manifestación material transitoria moldeada por las elecciones de la voluntad del individuo en el universo. [4]
El brillo de la personalidad espiritualizada en la vida mortal proyecta una sombra sobre la mente intermedia, y en la muerte, tanto la mente (identidad) como el espíritu sobreviven, mientras que el cuerpo no. [5] Los seres humanos pueden elegir cambiar su identidad, desde el intelecto material temporal al alma morontial eterna. [6] La identidad reside en el alma a través del reconocimiento experiencial inmediato de experiencias pasadas no recordadas. [7] El espíritu, que posee diversas fases de identidad, está siempre atento y consciente en la fraternidad de seres espirituales. [8]
El acto de unirse con el Supremo no implica sumergir la identidad personal; sin embargo, las repercusiones de esta experiencia forman parte de la experiencia divina del Supremo como "El acto es nuestro, las consecuencias son de Dios". [9]
La identidad es restaurada por el serafín guardián y el Ajustador, trabajando juntos para recuperar la personalidad y resucitar al mortal dormido. [10]
La supervivencia de la identidad depende de la supervivencia del alma inmortal, y los valores de la personalidad persisten como parte de la experiencia continua del Ajustador del Pensamiento y del Ser Supremo en proceso de actualización. [11]
La reorganización de la memoria, la percepción y la conciencia completa la repersonalización, y forma la identidad eterna mediante la asistencia cósmica. [12]