No debemos confundir ni mezclar la misión y la influencia del Ajustador con lo que se llama habitualmente la conciencia moral. La conciencia moral os exhorta, con razón, a obrar bien; pero el Ajustador se esfuerza además por deciros cuál es realmente el bien; es decir, en el momento y la medida en que sois capaces de percibir la guía del Monitor. [1]
Es arriesgado intentar diferenciar entre el registro de los conceptos del Ajustador y la recepción más o menos continua y consciente de los dictados de la conciencia moral humana. [2]
El crecimiento está basado en el descubrimiento del yo, acompañado de autocrítica —de conciencia— pues la conciencia es realmente la crítica de uno mismo por nuestra propia escala de valores, los ideales personales. [3]
La conciencia moral es una reacción humana y puramente psíquica. No hay que menospreciarla, pero difícilmente es la voz de Dios para el alma, como lo sería en verdad la voz del Ajustador si pudiera ser escuchada. [4] Si confesamos nuestros pecados, están perdonados; por eso debemos mantener una conciencia desprovista de faltas. [5] Una conciencia descaminada puede volverse responsable de muchos conflictos, preocupaciones, tristezas y un sinfín de desgracias humanas. [6]
Jesús sabía hasta qué punto los seres humanos se dejan influir por la elocuencia de un predicador, y de qué modo la conciencia responde al llamamiento emocional. [7] Los maestros de Salem proclamaron que la conciencia era el mandamiento de Dios, la voz de la Deidad. [8]