La lucha básica del hombre es por la tierra, una verdad fundamental reflejada en la esencia misma de la existencia humana. [1]
La tierra se convirtió en una fuente de ingresos y capital, y el estado asignó la propiedad a individuos y los terratenientes obtuvieron títulos para cobrar rentas. [2]
Los escudos familiares y la propiedad privada se originaron cuando los sacerdotes consagraron la tierra bajo la protección de tabúes, mostrando gran respeto por los hitos familiares. [3]
La tierra es el escenario de la sociedad; los hombres son los actores, y es necesario adaptarse a la situación de la tierra mediante las artes de mantenimiento para desarrollar las costumbres y la civilización cultural. [4]
La civilización cultural del hombre está determinada por su adaptación a la tierra, lo que refleja las costumbres en evolución influidas por la proporción tierra-hombre. [5]
Los límites impositivos sobre la tierra en la nación más avanzada de un planeta habitado cercano a Urantia varían enormemente, con un máximo del uno por ciento del valor permitido por año para la propiedad, eximiendo a los terrenos para viviendas. [6]
La guerra siempre es causada por la escasez de tierra, lo que conduce al hambre, a las incursiones en busca de alimentos y al casi exterminio de tribus pacíficas. [7]
La agricultura cuadriplica la relación tierra-hombre, combinando las actividades pastorales y las etapas culturales superpuestas de la caza y la agricultura. [8] El valor del hombre está determinado por su relación con la tierra, un aspecto fundamental de la existencia humana y la civilización. [9]
El aumento más allá de la proporción óptima de población es perjudicial para la calidad de vida y puede requerir una expansión territorial mediante la conquista. [10] La evolución de las costumbres siempre depende de la relación tierra-hombre, la base de la civilización social. [11]