Durante los tiempos psicológicamente agitados del siglo veinte, en medio de los trastornos económicos, las contracorrientes morales y las mareas sociológicas desgarradoras de las transiciones ciclónicas de una era científica, miles y miles de hombres y de mujeres se han dislocado humanamente; están ansiosos, inquietos, temerosos, inseguros e inestables; necesitan, más que nunca en la historia del mundo, el consuelo y la estabilidad de una religión sana. [1] La ansiedad puede inducir un estado místico que se confunda con una comunión con el Ajustador, pero no lo es. [2] Muchas veces estamos desmoralizados por el pánico irreflexivo del temor y la ansiedad. [3]
Muy a menudo, demasiado a menudo, disfiguramos vuestra mente con la falta de sinceridad y la marchitamos con la injusticia; la sometemos al miedo animal y la desvirtuamos con ansiedades inútiles. [4]
Nuestras ansiedades y tristezas, nuestras dificultades y decepciones forman tanta parte del plan divino en nuestra esfera como lo forman la perfección exquisita y la adaptación infinita de todas las cosas al propósito supremo de los Dioses en los mundos del universo central y perfecto. [5] Muchas cosas que nos preocupan seriamente a menudo son un sin sentido. [6] Muchos e insensatos miedos animales y ansiedades infantiles del hombre frustran el trabajo del Ajustador. [7]
Jesús dijo: «No os preocupéis constantemente por vuestras necesidades ordinarias. No sintáis aprensión por los problemas de vuestra existencia terrestre; en todas estas cosas, mediante la oración y la súplica, con un espíritu sincero de acción de gracias, exponed vuestras necesidades ante vuestro Padre que está en los cielos». [8] No os preocupéis indebidamente por el mañana. A cada día le basta su propio afán». [9]
Hay que abandonar la ansiedad. No hay que preocuparse por las cosas que alimentan nuestra ansiedad, sino más bien interesarnos en hacer solamente, en todo momento, la voluntad del Padre que está en los cielos. [10] «No os inquietéis ni os preocupéis por las cosas de la vida temporal, por lo que vais a comer ni tampoco por cómo vestiréis vuestro cuerpo». [11] Jesús no predicaba contra la previsión, sino contra la ansiedad y la preocupación. [12]
El evangelio del reino proporciona una posición de ventaja de la vida superior, donde el hombre es capaz de trascender las irritaciones materiales de los niveles inferiores de pensamiento —las preocupaciones, los celos, la envidia, la venganza y el orgullo de la personalidad inmadura. [13] Para Jesús la oración y la adoración son una manera de evitar la tensión emocional. [14]
Gracias al humor somos más capaces de disminuir las ansiedades del presente en favor de las certezas del futuro. [15]
Aunque el humor de Urantia es extremadamente rudimentario y muy poco artístico, cumple una valiosa finalidad como seguro de salud y como liberador de las presiones emocionales, impidiendo así las tensiones nerviosas perjudiciales y la contemplación demasiado seria de sí mismo. [16] La ansiedad era el estado natural de la mente salvaje. [17]
Cuando los hombres y las mujeres caen víctimas de una ansiedad excesiva, vuelven simplemente al estado natural de sus lejanos antepasados; y cuando la ansiedad se vuelve realmente dolorosa, inhibe la actividad y produce infaliblemente cambios evolutivos y adaptaciones biológicas. [18]