Jesús recomendaba a sus discípulos evitar perder el tiempo mediante un exceso de visitas sociales y otras trivialidades, que podrían disminuir la consagración entusiasta a la predicación del evangelio. [1]
La confusión, el sentirse desconcertado e incluso a veces desalentado y perturbado, no significa necesariamente resistencia a las directrices del Ajustador interior. [2]
Todos tenemos una vida que vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Cada vez que tratamos de esquivar el deber de la vida diaria para ir en busca de tentaciones lejanas, nos ponemos inmediatamente bajo el dominio de influencias que no están dirigidas por los poderes de la verdad ni por las fuerzas de la rectitud. [3]
En toda su enseñanza, Jesús evitaba indefectiblemente los detalles que distraían la atención. [4]
Se negaba a desviar su atención de su misión, que era la de establecer un nuevo camino de salvación; no se permitía a sí mismo preocuparse por otra cosa. [5]
En su trabajo de carpintero, aunque Jesús no perdía el tiempo con pequeñeces, era un artesano cuidadoso cuando confeccionaba los detalles esenciales de un encargo determinado. [6]