La hemorragia periódica de la mujer y su pérdida de sangre adicional en el momento del parto pronto hicieron creer en la antigüedad que la sangre era la creadora del hijo. [1] Algunos antiguos creían que el alma residía en la sangre. [2] Más adelante, todo lugar donde se había derramado sangre se convirtió en la propiedad del herido o de su grupo. [3]
Las secreciones humanas, como eran claramente mágicas, se tenían en gran estima; la sangre y la orina figuraron pues entre los primeros medicamentos, y pronto se añadieron las raíces y diversas sales. [4]
La costumbre de pagar el «dinero compensatorio» también se puso de moda como sustituto de la venganza sangrienta. Moisés fue el primero en abolir estas prácticas. [5]
Las ceremonias frigias eran impresionantes pero degradantes; sus fiestas sangrientas indican hasta qué punto se degradaron y se volvieron primitivos estos misterios levantinos. El día más sagrado era el Viernes Negro, el «día de la sangre», que conmemoraba la muerte voluntaria de Atis. [6]
A los reyes y la sangre real se la ha considerado durante mucho tiempo como sobrenatural, y algunos pueblos de Urantia consideran todavía que sus soberanos han tenido un origen divino. [7]
La idea bárbara de la penitencia derramando sangre representa una religión totalmente pueril y primitiva. [8] Los hebreos creían que «sin derramamiento de sangre no podía haber remisión de los pecados». [9] Filón de Alejandría enseñaba que había que liberarse de la doctrina de obtener el perdón exclusivamente por el derramamiento de sangre. [10]
El pavimento del templo manchado de sangre de los animales sacrificados, las manos ensangrentadas de los sacerdotes, el gemido de los animales agonizantes, todo aquello enfermó a Jesús cuando lo vio por primera vez. [11] Muchas personas cuentan todavía con la sangre para salvarse, pero ésta se ha vuelto al menos figurativa, simbólica y mística. [12]
En cualquier momento existe la posibilidad de que ocurran, en la corriente sanguínea de cualquier ser humano, más de 15 millones de reacciones químicas entre la producción hormonal de una docena de glándulas endocrinas. [13]
Uno de los episodios más útiles y complejos de la evolución de los tipos superiores de animales consistió en el desarrollo de la capacidad del hierro, dentro de los glóbulos que circulan en la sangre, para efectuar la doble tarea de transportar el oxígeno y eliminar el dióxido de carbono. Sin embargo, se pueden utilizar otros metales para conseguir el mismo fin. La jibia emplea el cobre para esta función, y la ascidia utiliza el vanadio. [14] La sangre retiene la salinidad del entorno oceánico ancestral en el que surgió la vida. [15]